En esta divertida escena, un grupo de pingüinos forma la banda más alegre de la Antártida. Cada pingüino toca un instrumento diferente: uno está con una batería improvisada hecha de hielos, otro rasguea un banjo artesanal, y el tercero, con mucha concentración, sopla en una pequeña trompeta. Están sobre un escenario hecho de un iceberg resplandeciente. Frente a ellos, una multitud de simpáticos focas aplauden emocionadas, moviendo sus aletas y sonriendo con entusiasmo al compás de la música. Las olas del mar reflejan el brillo de la luna, completando una noche mágica de ritmo antártico.